viernes, 19 de agosto de 2011

No cabe un tonto más en España: las Jornadas Mundiales de la Juventud.


Soy ateo. Respeto las creencias de los demás aunque me parezcan una sarta de mentiras, allá ellos. Pero lo de las Jornadas Mundiales de la Juventud católica me parece algo digno de camisa de fuerza.

Dá igual que la ciencia haya demostrado que muchas de las teorias del cristianismo católico, como por ejemplo las que explican el origen del hombre y del mundo, son del todo falsas (¿Adán y Eva?, ¿Dios creó el universo en 7 días de la nada?, ¡Darwin señores, Darwin!). Pero en fín, en eso consiste la fé y la base del cristianismo católico: una creencia ciega en ideas sobrenaturales, desmentidas progresivamente por la ciencia a lo largo de la historia.

Y dá igual que el cristianismo católico (es decir, la ideología cristiana hecha institución) haya ido modificando, a lo largo de los siglos y en beneficio de sus intereses, el mensaje original del cristianismo convirtiéndolo en un arma (guerras contra los infieles), en azote de todo aquél que lo interpretase a su manera (Santa Inquisición) o en excusa para la conquista de América (con el consiguiente genocidio indígena que provocó) a lo largo de la historia. Una interpretación del cristianismo siempre desfasada respecto a su época y cuyas modificaciones no respondían a un deseo de ponerse al día conforme la ciencia iba demostrando el error de sus teorías sino a mantener sus privilegios. Una interpretación católica del cristianismo en contínua transformación que llega hasta nuestros días con ideas sobre el aborto, el matrimonio homosexual-lesbiano, la eutanasia o el uso de preservativos, dignas, repito, de camisa de fuerza.

Cada cual es libre de creer lo que quiera.

Pero lo que no dá igual es que en un país constitucionalmente aconfesional se celebren unas Jornadas Mundiales de la Juventud católica teniendo en cuenta las dificultades económicas por las que pasa España y financiadas en gran parte, que es lo peor, con dinero público. Unas JMJ disfrazadas de inversión económica pero que en realidad responden al poder que incomprensiblemente la iglesia católica aún tiene en nuestro querido país aconfesional. Y tampoco dá igual que en los medios se muestren dichas jornadas como todo un éxito y un signo de que la sociedad en general y la juventud en particular siguen las desfasadas consignas de la iglesia. Porque la realidad es otra.

La realidad es que la iglesia católica perdió al obrero y al pobre cuando esta se puso del lado de los poderosos durante las luchas del movimiento obrero por sus derechos laborales y del lado también de las diferentes dictaduras a lo largo de la historia.

La realidad es que la iglesia católica perdió a la mujer, no sólo por convertirla en la responsable del pecado original y fuente de todos los males del hombre, o por marginarla dentro de la institución católica (sólo los hombres pueden impartir misa o acceder a altos cargos), sino por extender dicha marginación a todos los ámbitos de la sociedad (matrimonio, laboral...) bajo la figura de la mujer sumisa al hombre.

Y la realidad es que la iglesia católica perdió, está perdiendo y perderá a la juventud a causa de sus ideas retrógradas y limitadoras sobre la vida en general y la vida sexual en particular. El abandono, además, de las prácticas sociales relativas al bautismo y la comunión ya no está mal visto en nuestra sociedad, por lo que la iglesia ya no dispone de estos mecanismos de captación de personas en edades a las que no tienen la capacidad intelectual para decidir por sí mismas si desean formar parte de la iglesia o si creen en sus ideas.

Dan igual las imágenes ofrecidas por los medios de una juventud enfervorizada colapsando la capital de España y beneficiándose de unos privilegios, como no, de los que otros colectivos más necesitados no se benefician. La realidad está más que clara y los números no engañan: el número de cristianos católicos practicantes ha ido disminuyendo a lo largo del Siglo XX y actualmente constituye una cantidad irrisoria, a todos los niveles. Y es que la cruda realidad y el progreso científico no invitan a creer en memeces, así que alguien me explique el porqué de estas jornadas y su financiación con dinero público. La pregunta es retórica, no deseo respuestas u opiniones de católicos. Sólo hay una explicación: que no cabe un tonto más en España.

"Dejad que los niños se acerquen a mí"

lunes, 8 de agosto de 2011

Breivik y los videojuegos: no confundir la velocidad con el tocino.


Ayer apareció en varios medios de comunicación una noticia cuanto menos absurda: una cadena de tiendas en Noruega (Coop Norway, originariamente danesa) retira del mercado 51 títulos de videojuegos de la saga "Call of Duty" y "World of Warcraft". ¿El motivo?, sencillamente porque son los juegos preferidos del asesino de Oslo, Anders Behring Breivik. El autor de la matanza de la isla de Utoya y del atentado bomba en el centro de Oslo confiesa en su manifiesto de 1.500 páginas "Declaración europea de independencia" que usaba "Call of Duty: Modern Warfare 2" a modo de entrenamiento.

Bueno, vamos allá...

Para los que no conocen el mundo de los videojuegos, la saga "Call of Duty" es una colección de videojuegos bélicos pertenecientes al género "Shooter" o "first person shooter", juegos de disparos en 1ª persona, es decir, en la pantalla no aparece el personaje que manejas sino que aparece directamente lo que el personaje vé con sus ojos, tú eres el protagonista en 1ª persona, contribuyendo así a que la experiencia sea más realista y personal. Son juegos ambientados en contiendas bélicas históricas o ficticias en los que has de matar a un montón de enemigos usando todo un arsenal de armas.

Sí, sin duda son un tipo de juegos en los que la violencia es mucha, pero también hay que señalar que esta violencia es virtual y que son juegos especificados para mayores de 18 años, en los que se advierte que no hay que reproducir en la realidad nada de lo que acontece en el juego.

A mí, que soy aficionado a los videojuegos (aunque reconozco que el género shooter no me atrae), me vienen toda una serie de preguntas a la cabeza ante esta noticia:

¿Por qué esos títulos en concreto?. Evidentemente la respuesta es que eran los videojuegos que Breivik utilizaba, pero no hay que olvidar que existen otros videojuegos muchísimo más violentos y que no se han retirado de las tiendas.

¿Por qué atacar a los videojuegos?. Los videojuegos violentos no son el único ámbito de la violencia, esta puede manifestarse en cualquier lugar y de cualquier forma. Sinceramente, creo que los videojuegos, el cine, el deporte y otras formas de entretenimiento violentas son el menor de nuestros males en esto de la violencia. No hay que olvidar que estas formas de entretenimiento están orientadas a unas edades específicas en las que se supone que tenemos el suficiente raciocinio para entender que se trata de una violencia ficticia, virtual, simulada y que no hay que reproducir en nuestras vidas.

Lo que a mi parecer es muchísimo más grave es la violencia diaria a la que somos acribillados los 365 días del año. Parece que la misión de los medios no sea la de informar sino la de mantener bien presente la violencia que ha sucedido, sucede y sucederá. Estoy al 100% seguro que en algún lugar ha sucedido algo bueno y edificante susceptible de ser anunciado, sin embargo en nuestros medios parece que sólo tienen cabida noticias de desastres: corrupción política, crisis económica, desastres climatológicos, robos, asesinatos, atentados, violencia de género, pateras de inmigrantes... Que se reproduzca la violencia con tanta insistencia responde al inequívoco deseo de convertirnos en personas atemorizadas, pero se corre el riesgo de que haya quien, en vez de atemorizarse, haga suya esta violencia y la reproduzca. Y otra forma de violencia de la que tampoco se queja nadie es la presencia de contenidos de efecto analfabetizante que constituyen todo un ataque contra la educación y un delito contra la salud mental pública.

El problema no es que Breivik jugara a videojuegos violentos, el problema es que Breivik era un enfermo mental lleno de odio a causa de una concepción de la realidad desfigurada. ¿Y cómo tomamos concepto de la realidad?. La educación que recibimos así como la realidad que los medios nos muestra tienen un gran peso en nuestra concepción.

¡Ah, se me olvidaba!, sobre todo no os olvideis de consumir productos del todo prescindibles.



"Por favor Salvamé"