sábado, 11 de junio de 2011

El príncipe desenmascarado/La ciudadana valiente.



Hola niños. Hoy os voy a contar un cuento sobre un príncipe que vive y vivirá (si esto continúa así) del cuento, un cuento que por tanto se muerde la cola y que de esta manera nunca acaba. Es por eso que la monarquía es un tema idóneo y frecuente en los cuentos, y es que la monarquía no sólo es un régimen que, aunque conviva con una democracia, nadie elige, sino que además es un régimen que se autoperpetúa en el tiempo, pues por todos es sabido que el rey engendrará a un príncipe que será el futuro rey, "el rey a muerto, ¡viva el rey!".

Pues bien, érase una vez un príncipe. No el príncipe de beukelaer y sus deliciosas galletas de chocolate, ni el famoso principito que decia cosas bonitas como "lo esencial es invisible a los ojos", sino un príncipe que pensaba justo lo contrario. "Lo esencial es visible a los ojos" -pensaba-, y es que este príncipe no se conformaba con vivir del cuento sino que además llevaba un tren de vida opulento: vivía en un palacio por la cara y cobraba mucho dinero por unos títulos recibidos sin haberlos merecido. Pero este príncipe era listo, muy listo. Como sabía que esto era totalmente injusto evitaba a toda costa sacar el tema a cuestión y se esforzaba por mostrarse como un príncipe (y futuro rey) bueno, simpático y bien parecido a los ojos de sus súbditos. Porque eso somos todos: súbditos.

Pero ¡ay!, un día el príncipe se cruzó con una ciudadana valiente que le sacó en público y delante de las cámaras el tema prohibido y vetado. La ciudadana, amparándose en la libertad de expresión, le preguntó por qué no se realizaba un referéndum sobre la monarquía, a lo cual el príncipe intentó contestar en vano sabiéndose amparado por un sistema que, aunque teoricamente democrático, no contempla tal posibilidad. Ante su evidente falta de argumentos, un politicucho de su séquito de babosos intentó defender al príncipe, pero le hizo un flaco favor pues increpó a la valiente ciudadana argumentando que las dos anteriores repúblicas acabaron como el rosario de la aurora cuando todo el mundo sabe por qué finalizaron las dos anteriores repúblicas (para el que no lo sepa: por dos golpes militares).

Sabiéndose perdedor y sin argumentos ante una sencilla (pero valiente) ciudadana que renegó ante el príncipe de su condición de súbdita, este concluyó la conversación con un excusatorio "Ya has tenido tu minuto de gloria" y se alejó, desenmascarado y derrotado, con su séquito de babosos.

Y colorín colorado, vivir del cuento no se ha acabado (de momento).


Este príncipe y el que vive del cuento hacen más o menos lo mismo: NADA


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